Paviboba

Estaba sentado reposante en un banco del parque cuando se me acercó. Esa día lucía un conformista sol matutino y yo me encontraba viajando por los arduos problemas de como mandar a la mierda a Carlota Eugenia. Un asunto de envergadura, ya que mi natural delicadeza y sobre todo, mi abrumadora timidez, me impedían enfrentarme a él con el arrojo y valentía necesarios. Aparte, claro está, del carácter de Carlota Eugenia, más parecido al de un alacrán irritado que al de un panda de peluche.

Al principio no presté atención a su presencia. Con un esbozo de mirada había advertido un algo que arrastraba al viento hacia mi, como otros múltiples acaeceres que transcurrían en mi entorno. Pero cuando oí un sonido parecido a un carraspeo, incliné la cabeza y contemplé indiferente una cosa parecida a un ovillo, de color indeterminado en el que predominaba los rojos y verdes sucios y que me observaba expectante, o eso me pareció, puesto que no advertí ojos ni nada que se les asemejase.

Pero no me equivocaba como comprobé de inmediato, me observaba detenidamente. Y al pronto, con el consiguiente sobresalto por mi parte, me interpeló:

─ Hola, ¿cómo estás?, soy Frediuk, un kedardo.

Y se quedó ¿mirándome? con interés y esperando mi respuesta, que yo, aunque no carezco de reflejos, tardé un tanto en reaccionar.

─ Hola, yo soy Alfredo Eduardo, y... ¿qué es un kedardo?

─ Yo soy un kedardo, ya te lo he dicho. Somos seres como tú, por ejemplo. Tú eres humano ¿no? Pues yo soy kedardo.

Y se quedó tan pancho como si hubiera dicho una verdad tan evidente como que el sol sale por la mañana. Intenté recordar si había leído algo sobre personajes mitológicos o sobrenaturales parecidos a él, aunque tuvieran otro nombre, y no encontré entre mis recuerdos ninguno que se le asemejase. Pero no me iba a amilanar por un ovillo parlante. Al fin y al cabo yo era humano, la especie dominante y superior del planeta y «eso»... cualquiera sabía lo que era.

─ No tengo la menor idea de lo que es un kedardo.

─ La ignorancia de los humanos es sublime. Ya intuíamos cuando empezasteis a evolucionar que no se podría esperar mucho de vosotros, pero como no nos gusta intervenir en los procesos naturales os dejamos desarrollar aunque hayáis llegado a este triste resultado. Hubo algunos que no estuvieron de acuerdo, los que mataron a patadas a esa hembra que llamáis Lucy, por ejemplo, pero fueron una minoría a la que de inmediato logramos convencer de la inutilidad de hacerlo. La evolución es demasiado poderosa e igualmente hubiera surgido una especie alternativa.

─ Espera, ¿estás intentando decirme que tú eres inmortal?

─ Bueno, no se como explicarlo para que tu limitación lo entienda. Los kedardos somos el resultado de otra línea evolutiva, no basada en compuestos proteínicos derivados del carbono, la base de nuestra estructura es lo que llamáis sílice y por lo tanto nuestras necesidades, desarrollo y estructura no se rige por los conceptos que vosotros manejáis. Cierto, para vuestra restringida concepción del espacio-tiempo, somos lo más parecido a inmortales que puedes imaginar.

Las posibilidades eran asombrosas. Un ser que había conocido la historia de la humanidad desde sus comienzos estaba ante mi. Me sentía deslumbrado, anonadado, confuso. Intenté tranquilizarme y razonar equilibrado. Una acontecimiento de esta magnitud no es cotidiano y hay que pensar con detenimiento lo que se hace. Podía desvelar acontecimientos oscuros de la historia. Quién sabe hasta que punto se extendían las posibilidades. Empecé con un tanteo:

─ Frediuc, es Frediuc ¿verdad?¿Conociste a Colón?

─ Es Frediuk con "k" final, afirmó un tanto agresivo. Qué menguada es la imaginación humana. ¿Puedes pensar que estuve en todos los lugares en todo momento? ¿Qué te hace suponer que me interesase por la persona de un vulgar pescador? Imaginar que el viaje hasta América, que no descubrir lo cual es una absurdidad ególatra, tiene alguna importancia... Los kedardos tenemos otra visión universalista, nuestras inquietudes difieren sobremanera de las vuestras.

─ Bueno, bueno. Creo que te comprendo, el mundo es diferente...

─ El universo, no sigas esa estúpida idea de considerar vuestro planeta como el colmo de lo existente. La verdad es que sois tal que el culo del universo.

─ Vale, vale, ya llegaré a ese concepto, ahora vamos por lo cercano, veamos.., reflexioné un instante, ¿y Jesús, sabes algo de su vida?

─ Pero, ¿eres tan ignorantemente idiota como para considerar real esa fantasía comercial?

─ De acuerdo, no sé que decir, ¿qué haces aquí, quieres algo?

─ Llevo residiendo en estos alrededores unos cinco mil años siglo más o menos, eres tú el que ha venido de nuevo.

─ Me refería ¿cinco mil años? ¡vaya! Preguntaba por qué te has acercado a hablar conmigo.

─ ¡Ah! eso, como te conozco, vienes mucho por aquí, y te he visto con expresión estreñida, lo cual no es habitual, tengo curiosidad por conocer la causa.

─ Estaba pensando.

─ Claro, debí suponerlo. A los humanos os cuesta tanto pensar que ponéis cara de estreñimiento en cuando empezáis.

─ Resulta ─obvié su ofensivo comentario pues empezaba a vislumbrar la petulancia de este kedardo─ que tengo una novia...

─ Ya, la paviboba esa de pelo color insufrible con la que te paseas.

─ !A mi me gusta¡ bueno, a lo que iba, quiero acabar con ella, dejarla, y no sé como hacerlo sin ofenderla, sin que se enfade demasiado. No quiero que sufra, ¿comprendes?

─ Sí, muy considerado por tu parte. Enfadarse se enfadará indudablemente, es una paviboba con pocas luces pero con mucho engreimiento, por lo demás, no te preocupes. Déjala y ya está.

─ ¿Y su pena, su sufrimiento?

─ Si la vieses con sus otros acompañantes, tú eres sólo uno de los cuatro con los que retoza por aquí habitualmente, no te desvelarías tanto. No creo que lo note mucho ni que tarde en buscar sustituto. Ya te lo he dicho, es una paviboba engreída.

─ ¿Carlota Eugenia con otro?

─ Otros. Tres más que yo conozca.

─ Imposible, no me lo puedo imaginar.

─ Te lo puedo describir para que te lo imagines. Uno es petulante, vestido siempre con traje oscuro, camisas de colorines y corbatas repugnantes. Se está quedando calvo e intenta disimularlo con un peinado muy divertido. Otro, más sportivo, fuma en pipa para presumir porque no sabe hacerlo y se le apaga cada dos chupadas. Lleva chaquetas anchas y...

─ !Alto¡ te creo. Y yo que pensaba... Me has dejado... Todas las mujeres son iguales... Ahora ya tengo motivos para mandarla a paseo. Me has hecho un favor al contármelo.

─ ¿Un favor? Con esa cara pánfila que exhibes, no tardarás una luna en aparecer por aquí con otra paviboba. Eres el prototipo de individuo que atrae a las pavibobas como las mierdas de perro a las suelas de los zapatos.

Y sin más, rodó hasta desaparecer entre los arbustos.