Emotivo encuentro

 

Estaba haciendo inventario de mis calzoncillos, cuando CHAN CHAN Cnan chan!, la quinta sinfonía. Me extrañó un poco porque no tengo a Beethoven en el telefonino y además éste estaba apagado. Pero como de tecnología no entiendo mucho, contesté: ¿Sí?

- Buenas noches, ¿Ramón?

- Sí, y tú ¿quién eres?

- Soy Baltasar, el rey mago

- Amos anda, le interrumpí, menos guasa

- De verdad, escucha:

Y me contó un puñado de cosas de cuando era pequeño que sólo podían saber ellos y yo.

- Vale me has convencido, ¿qué quieres?

- Pues mira, resulta que se nos ha estropeado el diferencial de uno de los camellos y vamos con retraso. Se ha enterado el gordo del Polo, ese que va disfrazado de cocacola y pretende ocupar nuestro puesto para quitarnos clientela. Lo hemos sabido porque nosotros también tenemos infiltrados entre los elfos que le ayudan.

- Bueno, y yo ¿què pinto'

- A eso voy. Como tu casa es la primera en el pueblo viniendo de oriente, él empezará por ahí. Llegará a las doce, antes no está permitido, y nos haces un favor. Lo esperas y cuando su gordo culo aparezca por el hueco de la chimenea, tú, con esa escopeta que tienes...

- ¡Me lo cargo!

- ¡NO!, no seas bestia que el jefe se puede mosquear. Solo queremos asustarlo un poquillo. Cargas la escopeta con postas, le disparas al culo y le gritas: ¡De parte de los reyes magos!, que se entere de qué va el mensaje....

- De acuerdo, no te apures que este volverá al Polo escaldao.

Nos despedimos, cené. Terminada la cena, puse el butacón frente a la chimenea y me acomodé, con un platillo de almendras y la botella de Jack Daniels al lado; un Dvd de los hermanos Coen para pasar el rato en la tele y la escopeta cargada con postas a mano. A las doce empecé a oir ruido en el techo y de inmediato el !Jo, Jo¡ característico, luego el ruido de arrastrarse por la chimenea. En cuanto apareció el rojo culo, !PAM¡, !De parte de Gaspar¡, ¡PAM!, ¡De parte de Melchor!. Como no tenía más cañones Baltasar se quedo sin su tiro pero no hizo falta. Subió a la velocidad de los precios. Me asomé a la ventana y el trineo se perdía en dirección al Polo Norte, con él de pie, claro.

Entonces es cuando me puse a pensar. Era un burro. Tenía que haberlo asustado después de haber recogido mis regalos, no antes. Ahora los había perdido. Y tomé la decisión: cuando lleguen los magos, que abran los sacos y yo escojo lo que quiera.

Así que he trasladado el butacón frente al balcón por donde aparecen los reyes, más almendras, la botella de Daniels, una película de Tarantino, y aquí estoy esperándoles, con la recortada sobre las rodillas... y esta vez no está cargada con postas.